LA GRAN OLA

Como entrada inicial, el título, tiene cierta gracia, o desgracia. Creo que más bien desgracia. Podría haberme decidido por un “gran hola” para comenzar con un tradicional, afectuoso y cordial saludo con el que anunciar el inicio de esta nueva etapa en la larga historia de nuestra civilización, pero el (o la) ola que mejor representa nuestro estado actual es la que moja, o mejor dicho, la que lo devasta todo. Como la Gran Ola de estas estampas que encontré colgada de la pared en donde se encuentra el bonsái que me acoge desde hace 100 años. Pero antes un poco de historia.

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Nuestro pueblo siempre se ha asentado sobre grandes islas, creo que vosotros, los gigantes, las llamáis simplemente rocas. Y nos gustan las islas porque nos encanta tener siempre unos límites claros y finitos, y no aventurarnos más allá de donde se pueda ir caminando. Nuestras playas y costas son meramente áreas de recreo y de cierta actividad pesquera. El mar nos encanta tanto como nos intimida y los pocos que tuvieron el suficiente atrevimiento para intentar domarla nunca volvieron para contarlo.

En estas islas hemos desarrollado una gran habilidad para la construcción aprovechando siempre al máximo los recursos de los que nos proveía. Para nosotros, nuestra isla era sagrada, pero no en un plano espiritual, si no de respeto mutuo hacia una perdurabilidad estable, sostenible y continuada. Nunca se talaba un árbol sin haber plantado antes otros cinco. Este respeto nos hizo aprovechar cada recurso al máximo para cualquier tipo de construcción.

El destino de nuestro pueblo, siempre dramático, ha estado protagonizado por el mismo actor: el mar. Nunca tuvimos guerras, ni si quiera graves disputas, el mar siempre nos obligaba a cambiar de isla, a volver a empezar de nuevo una y otra vez. No nos gustan nada los cambios drásticos, aunque pudiera parecer que somo nómadas. Pero es que nuestra isla, tarde o temprano, siempre acaba sumergiéndose en el agua. Todo este proceso siempre ha sido lento y progresivo y, desde las últimas veces, hasta predecible y esperado.

Y llegó el día. Las crecidas cada vez llegaban antes, a veces incluso entre generaciones. Estábamos preparados para hacer traslados cada vez más eficaces y rápidos pero nunca nos esperamos un suceso tan contundente. Fue tan fugaz, que muchos de los habitantes murieron sin percatarse del peligro. En menos de 1 segundo la Gran Ola paso de este a oeste devastando todo a su paso. Los pocos que sobrevivimos flotamos sobre escombros a la deriva hacia miles de destinos aleatorios hasta acabar colonizando pequeñas plantas en las que hacemos nuestras construcciones.

Comenzamos con el arte de la escritura mucho antes que vosotros, y ya plasmábamos sobre papel nuestra historia desde hace más de 20.000 años. Nuestra inmensa biblioteca siempre ha sido nuestro bien más sagrado y lo primero que salvaguardamos en caso de cualquier emergencia. Todos estábamos implicados y cada habitante tenía asignado un número de libros que debía cuidar y transportar en cada cambio de isla. Pero la Gran Ola lo cambió todo. La biblioteca quedó devastada y millones de libros se hundieron en el mar. Ahora nuestra historia se empieza a escribir aquí, en cada una de las construcciones que hacemos sobre las plantas que colonizamos.

 

Bervili Natch. Habitante de la #PTH023


 

 

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